Los profundos acentos en los cambios de actitud y mentalidad que caracterizan a la sociedad globalizada, para explicar aquello que Bauman ha seleccionado como protagonista principal de esta configuración a las relaciones humanas, profundizando en las paradojas del eros contemporáneo, siempre avaro de seguridad en el trato con los demás, derrochador en la búsqueda de oportunidades más atractivas y, al mismo tiempo, temeroso de establecer lazos fuertes. No obstante, estas observaciones presentes en la práctica cotidiana de los individuos, hace algo más que limitarse a constatar esta situación o a divagar acerca de sus consideraciones sobre esta nueva fragilidad de los vínculos amorosos. Ya que para él, ante todo esto pretende ser una llamada de atención acerca del preocupante desmoronamiento de la solidaridad en una sociedad cada vez más individualizada, donde el amor al prójimo se ve sustituido por el miedo al extraño.
Con el análisis de dichas paradojas del amor en tiempos de fuerte disolución de los vínculos sociales, Bauman vuelve así a ejemplificar diversos pormenores de su conocido diagnóstico sobre la ambigüedad inherente a esta etapa de la modernidad que él suele calificar como “líquida”. La novedad de su libro radica , más por extensión del campo de aplicación de sus tesis que por intensión, puesto que Bauman ya había definido suficientemente esta especificidad de nuestro tiempo en obras anteriores como “Modernidad líquida” (2000). Allí, en efecto, se había referido ya al contraste entre la primera modernidad o modernidad en su fase “sólida”, donde la labor ilustrada de desintegración de las autoridades y lealtades tradicionales se efectuó básicamente a fin de dejar sitio a principios más sólidos y duraderos, y la nueva fase desplegada a lo largo del siglo XX, donde la emancipación de la economía de sus antiguas ataduras propició la extensión de una racionalidad instrumental, guiada por el puro cálculo de beneficios a todos los ámbitos de la vida. Amparada en una presunta defensa de la libertad individual, la creciente desregulación o “flexibilización” de mercados y puestos de trabajo ha venido desposeyendo desde entonces a los antiguos estados -nación de su capacidad para intervenir frente a los poderes económicos globales, al tiempo que la quiebra del viejo núcleo de creencias compartidas por la totalidad social, ha ido forzando a los individuos a buscar soluciones privadas a los problemas públicos, generando ese nuevo territorio de lo que Bauman llama “políticas de la vida”, donde florecen alianzas tenues e intercambios fugaces.
Disueltos los nexos entre elecciones personales y acciones colectivas, el espacio de la modernidad se fluidifica y vuelve inestable. La liquidez de la modernidad es resultado, así pues, de su privatización y es por este motivo por lo que Bauman analiza la especial fragilidad que revisten hoy en día los vínculos humanos como un caso destacado de la lógica del consumo que rige esta sociedad.
Sin duda el objetivo final de Bauman es dilucidar cómo la urgencia consumista, al permear todas las esferas de nuestra existencia, distorsiona igualmente el terreno de los afectos, forzándonos a pensar las relaciones en términos de costes y beneficios. Quiere inspirar una ética responsable y solidaria, sin que el suyo sea el discurso de un moralista escandalizado.
Esto es verdaderamente lo que preocupa a Bauman: lo que se esconde tras tanta fluidez e inconstancia. No el que nuestros deseos fluctúen o el que vivamos varias historias de amor, sino más bien el que todas esas vidas e historias posean el carácter de simulacros, de “vidas desperdiciadas”, también al fin y al cabo como las de otros parias de la modernidad, porque en ningún caso estamos dispuestos a asumir un compromiso duradero. Aquí radica el punto doliente de los amores líquidos del presente, en el hecho de que el arte de romper las relaciones y salir ileso de ellas supere ampliamente al arte de componer las relaciones.
La dificultad de "amar para siempre" en la sociedad actual, Bauman la atribuye al síndrome consumista: "El consumo como metro de todas nuestras acciones no favorece la lealtad y nuestra dedicación al otro. Al contrario, está pensado para pasar de un deseo al otro, para apagar rápidamente los viejos y dejar sitio a otros nuevos”.
Esta concepción de la libertad individual ha resultado ser falsa, dice Bauman. "Algunos creen erróneamente que la cantidad compensaría la falta de calidad. Como toda relación es débil, tratemos de tener cuantas más mejor, de modo que podamos encontrar aquí y allí algo que nos satisfaga, comprensión o simpatía, es decir, una búsqueda constante de los afectos . ¿Hemos acabado con el amor a base de conferirle flexibilidad, falta de consistencia y duración a nuestros vínculos afectivos?
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